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Literatura y desarrollo emocional en la primera infancia

Foto del escritor: solinagallego20solinagallego20

“Todas las acciones humanas se fundan en lo emocional, independientemente del espacio operacional en el que surjan, y no hay ninguna acción humana sin una emoción

como tal y la torne como acto”. Humberto Maturana


La emocionalidad en la primera infancia se fortalece si los cuidadores adultos acompañantes y comprometidos están dispuestos y disponibles, de tal modo que se puedan crear vínculos seguros y afectuosos, con lo que se construye un clima de aceptación, confianza y lúdica.

El acompañamiento de los cuidadores adultos en la primera infancia debe tener como base el conocimiento de cómo es el proceso de las diferentes dimensiones del desarrollo, para lo cual, hay gran cantidad de recomendaciones en lo cognitivo, lo corporal y lo motriz. Sin embargo, es habitual que la gran mayoría de cuidadores adultos le den mayor importancia a la educación del intelecto que a la educación de los sentimientos y emociones, aspecto este último que es fundamental para el desarrollo en general y la vida social y afectiva en particular.


Desarrollo emocional


Las emociones son un aspecto esencial en la existencia del ser humano, haciendo parte de la formación de la personalidad y de la interacción social. Son determinantes de la forma particular en que cada ser humano afronta las diferentes situaciones de la vida diaria.

Las emociones están presentes en el día a día y en cualquier espacio: se viven en la familia, el colegio, el trabajo, con los amigos y el entorno. Por ejemplo, alegría, miedo, ira o tristeza son inherentes al ser humano y funcionan como un sistema de alarma que salta cuando algo cambia y provoca una reacción.

Ya es muy frecuente oír a los expertos cuando dicen que no es más inteligente quien obtiene mejores calificaciones en sus estudios, sino quien pone en práctica habilidades que le ayudan a vivir en armonía consigo mismo y su entorno.


Literatura infantil y desarrollo emocional


La educadora infantil española Guiomar de León Fernández plantea que es posible reconocer y trabajar las emociones usando como medio vehicular los cuentos, debido a la importancia pedagógica de estos. Por medio de ellos se obtiene mucha información relevante, como, por ejemplo, cómo se siente un niño en un momento concreto, o lo que le ha podido transmitir la lectura de un cuento determinado. Además, fomentan la autonomía personal por medio de la búsqueda de estrategias correctas para abordar las diferentes emociones.

Los cuentos hacen parte de la literatura infantil, entendida esta por el pediatra y filósofo colombiano Francisco Javier Leal como “una literatura apta para ser leída por todos, incluidos niños, adolescentes y jóvenes. En este orden de ideas, no existe una línea divisoria neta entre la literatura infantil y juvenil y la literatura llamada de adultos”.


Agrega que la gran diferencia consiste en que la literatura llega generalmente a los niños, adolescentes y jóvenes a través de un filtro: los padres, maestros y promotores de lectura suelen clasificar el material antes de que llegue al lector, lo cual implica ejercer una responsabilidad sobre seres en formación, pero también abre la puerta a ejercer el adultocentrismo sobre las nuevas mentes lectoras. Este filtro puede traducirse en juicios y prejuicios en la escogencia de ciertos temas o en hacer énfasis en ciertos puntos de vista, como preferir literatura con fines pedagógicos o moralizantes.

La literatura y las emociones se combinan armónicamente para el desarrollo infantil. ¿Quién no se ha sentido conmovido al ver a un niño tomando con sus pequeñas manos un libro que simula leer? Al abrir un libro se abre un mundo lleno de posibilidades,

pues para los niños el límite solo lo marca el infinito. La literatura infantil es una herramienta no solo de entretenimiento para el momento de dormir, sino también un elemento que ayuda a despertar las mentes de los más pequeños.

En la niñez los cuentos favorecen la adquisición del lenguaje, despiertan la curiosidad por el aprendizaje de cosas nuevas y liberan la imaginación, desarrollando también confianza en las cualidades propias, ampliando de este modo el autoconcepto, base de la autoestima.



Funciones de la literatura infantil

La literatura que se utiliza en el acompañamiento de los niños debe cumplir las siguientes funciones:

Mágica: se encarga de estimular la imaginación y la fantasía.

Lúdica: tiene el objetivo de entretener y divertir.

Ética: transmite enseñanzas morales e identifica valores.

Espiritual: sirve para la comprensión de verdades metafísicas y filosóficas.

Terapéutica: se encarga de potenciar la asociación entre los personajes y situaciones referentes para la vida, encontrando en ellos orientaciones y claves para comprender el mundo interior o las situaciones cercanas.

Con base en estas funciones, la literatura pasa de ser una herramienta meramente lúdica a convertirse en una estrategia básica para los procesos de educación emocional infantil.


Literatura infantil y habilidades emocionales

La percepción de las propias emociones implica saber prestar atención al estado interno personal. Desafortunadamente, los adultos suelen estar poco o nada acostumbrados a hacerlo, por lo que es preciso aprender esta habilidad desde la niñez.

La literatura infantil facilita también la regulación emocional, que es la capacidad necesaria para gestionar la expresión de sentimientos y emociones, con la correspondiente adecuación al momento y lugar.

Es necesario aclarar, que la gestión emocional es diferente del ahogo emocional, pues no se trata de reprimir las emociones, sino de regular o eventualmente modificar los estados de ánimo y sentimientos, que es lo que se llama gestión emocional.

Si el niño reconoce sus emociones y tiene la capacidad de regularlas desarrolla autonomía emocional, la cual le induce a autogestionar sus estados de ánimo. Así mismo, la literatura infantil favorece la dimensión social, pues facilita el reconocimiento de las emociones en los demás y el mantenimiento de relaciones interpersonales satisfactorias, esto es, ser empático.

Una de las habilidades básicas para entender al otro es saber escuchar, así como atender también a su comunicación no verbal. Escuchar es prestar atención a lo que se oye: los niños abren sus oídos dispuestos a transportarse al mundo del cuento, con lo que están aprendiendo a centrar su atención.


Teniendo en cuenta lo expuesto, la crianza, en sus tres escenarios, familia, escuela y sociedad, debe orientarse hacia el desarrollo integral del ser humano, incluyendo la emocionalidad y, por ende, debe invertir todos sus recursos en atender de forma equilibrada e integral todas sus dimensiones.

Sin embargo, es necesario repetir que es notoria la carencia en la educación de las emociones, por lo cual esta educación debe hacer parte del acompañamiento en todas las demás dimensiones del desarrollo en la primera infancia.


Por:

Paola Mahecha Licenciada en Educación con énfasis en educación especial, especialista en Pedagogía, y

Margarita María Echeverry Carmona Psicóloga y puericultora


LINA ZULUAGA - PSICOSOCIAL 13/8/2020

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