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Con tal de agradar a los demás o de pertenecer a un grupo, muchos niños son incapaces de negarse ante una solicitud, invitación o situación contraria a lo que se considera correcto, lo cual los hace manipulables y vulnerables. Expresar lo que no quieren les ayuda a reafirmarse, a formar su propio criterio y a desarrollar autonomía.
¿Por qué da tanto miedo decir “no”? ¿Por ganar aceptación? Negarse a lo que la mayoría responde “sí”, puede ser un problema para un niño, pues le da un estatus de ‘diferente’. Con frecuencia, él llama la atención de los demás a través del “no” y si sus padres tampoco están de acuerdo con sus decisiones pueden contribuir a formar un individuo frágil a la hora de defender sus puntos de vista y dependiente de la aceptación social. Lo peor es que termina por creer equivocadamente que para hacer parte de un grupo o tener aceptación social debe pensar y desear igual que los demás.
Un niño que no es capaz de decir “no” se expone inicialmente a un bajo desarrollo de habilidades relacionadas con la comunicación, de acuerdo con lo expresado por la psicóloga clínica Telma de Moraes, máster en pareja y familia. Por ejemplo, le será más difícil exponer sus opiniones, ejercer influencia o tener mayor impacto en el grupo, lo cual a largo plazo lo encaminará a un rol discreto y pasivo. Por otro lado, lo mantendrá alejado de sus propias ideas, sentimientos y deseos, para unirse —sin sentido crítico- a las ideas, sentimientos y deseos de otros.
“Desde el mismo aspecto lingüístico, la palabra no tiene una connotación de afirmación de uno mismo y de la posibilidad de tomar decisiones. Es importante que los niños aprendan a decir “no me gusta”, “no quiero”. Esto los libra de abusos por parte de adultos o muchachos mayores que él, que quieran obligarlos a guardar secretos. Los niños deben tener la posibilidad de elegir qué quieren y qué no”, explica María Isabel González, decana de la Facultad de Psicología de la Universidad del Rosario.
La experta enfatiza en que a muchos niños los padres los obligan a dar besos o a tener cercanía con personas que no conocen o que no quieren. Ese es el primer error. “Es fundamental que desde temprano ganen autonomía y aprendan a protegerse. Y, lo más importante, que nunca digan “sí” por tener a alguien contento. Deben entender que someterse a la voluntad de otro es una forma de agresión contra uno mismo”, agrega.
Un proceso natural
La capacidad para decir “no” es parte del proceso evolutivo y se adquiere entre el año y medio y los dos años de edad, aunque el niño no lo exprese verbalmente, y se hace consciente a los tres años. En la etapa preescolar existe una tendencia a decir “no” a todo, que se repite entre los 10 y los 14 años —en la preadolescencia-, para demostrar que tiene su propia personalidad, pero se trata de un ‘negativismo’ normal que busca marcar la diferencia.
El niño descubre a través del “no” una manera de posicionarse frente a sus padres y entorno, medir límites y consecuencias, validar prohibiciones, desarrollar su autonomía y su personalidad, y construir un yo fortalecido.
Padres, primeros modelos
A la hora de enseñarles a decir “no” intervienen varios factores, explica el psiquiatra Álvaro Franco:
– Modelaje: el niño hace lo que ve en su casa y repite el modelo de los adultos.
– Autoestima: del concepto que tiene de sí mismo depende que sea capaz de negarse a lo que no quiere.
– Educación: la capacidad de comprender las cosas que le hacen daño. “El ejemplo de los padres es fundamental, pues si ellos lo aconsejan con un vaso de whisky en la mano, empezaron mal”, argumenta el especialista.
Al respecto, la psicóloga de Moraes complementa: “El desarrollo de la asertividad (la habilidad para defender los derechos de cada uno sin agredir ni ser agredido) es una invitación para toda la vida. Hay adultos con serios problemas para decir “no” sin ofender a otros o para poner límites en general. Claramente, el modelamiento es la mejor manera de enseñar en este caso”.
Si los padres son asertivos y logran expresar sus negativas con tacto y cuidado —agrega- el niño aprenderá a través de la imitación. La clave es desvincular el ‘no’ del afecto o sentimiento hacia el otro: “Me encanta jugar contigo, pero hoy no tengo ganas de ir a tu casa”, por ejemplo.
Hay formas de decir “no” con cortesía, “de la aceptación de nosotros mismos depende que otros nos acepten. Entendemos el no como una grosería, pero así como hay que aprender a decirlo, debemos aprender a recibirlo. Por lo general, uno suele negarse a algo que no se desea, no a la persona, por eso tampoco debe tomarse como una ofensa”, aconseja González.
A lo largo de las etapas de desarrollo, el niño forma habilidades, conductas y valores. Precisamente, la respuesta negativa está relacionada con esos valores éticos, sobre los cuales un individuo no debe transar. Pero la decisión que tome ante cualquier situación depende de la seguridad, del reconocimiento de sí mismo y del amor propio o autoestima. Si no tiene fortaleza en estos tres aspectos y no cuenta con un juicio positivo, está expuesto a cumplir la voluntad de otros y termina por culparlos a ‘ellos’ de sus desaciertos. De ahí la importancia de entender los límites de las propias acciones y de las de los demás, de respetar y ser respetado, de no dañar a otro y tampoco permitir que nos dañe, de tener autonomía.
“El miedo a decir “no” permanece durante toda la vida. Y en la edad adulta es propio de personas amargadas, que se sienten culpables y no están satisfechas”, agrega González.
Miedo al rechazo
Muchos niños son incapaces de decir “no” por temor a ser rechazados, por lograr la aceptación de los demás.
A juicio del psiquiatra Franco, es una de las razones por las cuales caen en el matoneo de sus compañeros, en la drogadicción o en relaciones que no quieren, con tal de obtener el cariño de otros. La clave es aprender a gestionar las emociones: tristeza, alegría, miedo, para tener más seguridad en sí mismo. Quienes creen que no son capaces de dar como respuesta un no deben hacerlo de manera consciente e intentarlo ante las circunstancias que así lo requieran.
En los adolescentes el deseo de pertenecer a un grupo o de ser popular hace que la voluntad se doblegue, por eso es importante establecer un vínculo estrecho con los padres y los maestros para pedir ayuda en esas situaciones. “Cuando todas comen y vomitan y yo estoy gorda, o todos beben y dicen que yo no, necesito la ayuda de una persona que me ame, me contenga y me respalde”, opina Ligia Torres, psicóloga clínica, máster en psicoanálisis y educación inclusiva, sobre el sentir de los adolescentes.
Recomendaciones para los padres
– Nunca descalifique al niño ni lo ignore; le dificultará su fortaleza para posicionarse con una negativa o lo hará muy rebelde y exagerado en sus negativas como forma de llamar la atención.
– El respeto por las decisiones se gana a través de una comunicación adecuada y de un posicionamiento claro de normas y roles. Los padres que tienen un liderazgo positivo con sus hijos no tienen que pedir que respeten sus decisiones u opiniones. El problema de la educación actual es que los padres temen decir “no” a sus hijos.
– Es importante decir “no” desde la niñez para aprender a contener los impulsos, obedecer sin sometimiento y respetar los límites.
– Enséñeles desde niños a justificar las ideas con argumentos; ¿por qué quieren tal o cual cosa?
– Desde niños pueden tomar decisiones; pueden empezar por las más sencillas: qué se quieren poner, qué quieren comer; lo que no pueden decidir es no hacer las tareas.
– Es importante enseñar con el ejemplo, los padres son quienes dicen qué es lo correcto.
– Al niño hay que enseñarle que si escucha y respeta a los demás, ellos también aprenderán a respetarlo.
– En las conversaciones con los padres no debe haber temas vedados; el sexo, el dinero, los deberes, los principios, la violencia, la inseguridad son temas que no deben evitarse, por el contrario, afrontarse, comprendiendo, eso sí, que hay niveles de entendimiento según la edad. Todo debe hablarse en un lenguaje adecuado y con la trascendencia que corresponde.
Artículo de:
Telma de Moraes, María Isabel González, Ligia Torres y el psiquiatra infantil Álvaro Franco
LINA ZULUAGA
Psicosocial 24/9/2020
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